Queridos hermanos, hoy recordamos la fiesta de San
Martín de Tour, patrono de Razo, de Cances (ambas de Bergantiños) y también de
la ciudad de Buenos Aires (en Argentina).
Todos los ejemplos que vamos a tratar hoy –los tres –
son estructurados de la misma forma: “Petición-Obediencia-Recompensa”.
En la historia de San Martín, el santo encontró un pobre
zaparrastroso temblando de frío y cortó la mitad de su capa con su espada tras
su petición ya que él era un
En la historia de Elías en Sarepta encontró una
pobre viuda y le pidió un vaso de agua y un pan.
Y en la historia de la pobre viuda del evangelio
ella quiso cumplir con el precepto de ayudar al culto aunque más no sea con lo
poco que poseía.
Martín no dudó un momento en ayudar a ese pobre y le
regaló la mitad de su capa. Obedeciendo al mandato divino del amor al prójimo.
También la viuda de Sarepta obedeció al mandato del
profeta Elías a pesar de una dificultad concreta por la que atravesaba.
Por último, la viuda del Evangelio se acercó
humildemente al cepillo de las ofrendas a ofrecer lo poco que tenía en su vida por
buscar obedecer el mandato de ayudar en el templo.
Todos, sin excepción, después de una petición tan exigente
fueron recompensados grandemente, miren: San Martín fue premiado con la
aparición del mismo Jesucristo quien de noche se le presentó abrigado con la
mitad de su capa y le dijo que lo que hizo con aquel pobre a Él se lo hizo. Luego,
a la pobre viuda después de alimentar al profeta le fue dada su recompensa,
pues no se acabó la harina ni el aceite hasta que volvió la lluvia a en la región.
Y en el último de los ejemplos que dimos, si bien los Santos Evangelios no
dicen nada sin embargo es de suponer que Dios supo proveer todas las
necesidades de esta pobre viuda a quien Jesús alagó personalmente y puso como
ejemplo a sus mismos discípulos. A tal punto que hasta el siglo XXI se sigue
recordando por todo el mundo este hecho. Conmovedor.
Por tanto, queridos hermanos cumplamos, arrastrados
por estos ejemplos, el mandato de la escritura que dice: “Sed Santos, pues yo soy Santo” (Lv 11,44).
¡Ave María purísima!
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