La superficialidad, psicológica y espiritualmente hablando, afecta a toda la persona y a cada uno de sus planos: la inteligencia, la voluntad y la afectivividad. Hoy vamos a detenernos en la superficialidad en el plano afectivo.
1. Los afectos del superficial, generalmente, son explosivos e imprevistos y hasta simpáticos pero duran lo que una flor de verano porque el tal es inconstante. Por supuesto que esa inconstancia es negada siempre por parte del “espiritu superficial”, alegando nuevas razones para justificar sus cambios ya sea en el trabajo como en sus pasatiempos y juegos.
Busca solo sentir en la piel la novedad, la variedad, sin detenerse en considerar en sí mismo el valor de cada cosa y de las personas que están en juego.
2. Tres son los ejemplos de superficialidad en la afectividad:
A. El enamoradizo con matices románticos o bien matices sexuales. Lejos está de ser un “Amor” real que le falta la entrega total, permanente y sacrificada: “nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Aqui el “Amor” es mal entendido como una distracción o un deporte. Y cuando así sucede: cuantos males acarrea para el sujeto que lo padece como para las personas a las que arrastra.
B. El impaciente o el inquieto, sin la calma del aplomo que se necesita para las cosas importantes; el típico caso del que tiene hormigas en el trasero. Empieza numerosas actividades y termina muy pocas. Son personas que le tienen terror a la reflexión, al silencio y a la quietud.
C. El buscador de nuevos estímulos al que yo llamo: protagonista de “rápidos y furiosos” ( no por nada esta saga tiene tanto éxito...vamos por la ¡novena película!???) Es que nada lo contenta y satisface; y por eso quiere quitarse esa sensación de aburrimiento y desencanto profundos, buscando nuevas sensaciones que garanticen salir de su insatisfacción.
De esta forma, “el espíritu superficial” busca de manera alocada nuevas situaciones y nuevas imágenes de manera vertiginosa: pura adrenalina, estímulos adictivos (drogas, alcohol, depertes extremos) para volar y sacarse de la realidad y tener sensaciones nuevas...pero irresponsables, peligrosas y, a veces, mortales.
Ante semejantes desviaciones de la afectividad, pidámosle a Jesús, nuestro Salvador nos conceda su Espíritu de amor para poder escapar de los pecados de superficialidad y para poder vivir lo que nos manda: “El que me ama, cumplirá mi palabra, dice el señor; y mi Padre lo amará y vendremos a él”.
Walfi
1. Los afectos del superficial, generalmente, son explosivos e imprevistos y hasta simpáticos pero duran lo que una flor de verano porque el tal es inconstante. Por supuesto que esa inconstancia es negada siempre por parte del “espiritu superficial”, alegando nuevas razones para justificar sus cambios ya sea en el trabajo como en sus pasatiempos y juegos.
Busca solo sentir en la piel la novedad, la variedad, sin detenerse en considerar en sí mismo el valor de cada cosa y de las personas que están en juego.
2. Tres son los ejemplos de superficialidad en la afectividad:
A. El enamoradizo con matices románticos o bien matices sexuales. Lejos está de ser un “Amor” real que le falta la entrega total, permanente y sacrificada: “nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Aqui el “Amor” es mal entendido como una distracción o un deporte. Y cuando así sucede: cuantos males acarrea para el sujeto que lo padece como para las personas a las que arrastra.
B. El impaciente o el inquieto, sin la calma del aplomo que se necesita para las cosas importantes; el típico caso del que tiene hormigas en el trasero. Empieza numerosas actividades y termina muy pocas. Son personas que le tienen terror a la reflexión, al silencio y a la quietud.
C. El buscador de nuevos estímulos al que yo llamo: protagonista de “rápidos y furiosos” ( no por nada esta saga tiene tanto éxito...vamos por la ¡novena película!???) Es que nada lo contenta y satisface; y por eso quiere quitarse esa sensación de aburrimiento y desencanto profundos, buscando nuevas sensaciones que garanticen salir de su insatisfacción.
De esta forma, “el espíritu superficial” busca de manera alocada nuevas situaciones y nuevas imágenes de manera vertiginosa: pura adrenalina, estímulos adictivos (drogas, alcohol, depertes extremos) para volar y sacarse de la realidad y tener sensaciones nuevas...pero irresponsables, peligrosas y, a veces, mortales.
Ante semejantes desviaciones de la afectividad, pidámosle a Jesús, nuestro Salvador nos conceda su Espíritu de amor para poder escapar de los pecados de superficialidad y para poder vivir lo que nos manda: “El que me ama, cumplirá mi palabra, dice el señor; y mi Padre lo amará y vendremos a él”.
Walfi
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