Hoy, después de leer una vez más la anotación número
15ª del librito de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola,
fundador la congragación de la compañía de Jesús más conocida como los Jesuitas,
quiero hacer un comentario acerca de ella con una experiencia personal que me
toco vivir en los primeros EE predicados hace como veintiún años y que me llamó la atención.
El Texto dice así: “La décima quinta: el que da los ejercicios
no debe mover al que los recibe más a pobreza ni a promesa, que a sus
contrarios, ni a un estado o modo de vivir, que a otro. Porque, dado que
fuera de los ejercicios lícita y meritoriamente podamos mover a todas personas,
que probablemente tengan sujeto, para elegir continencia, virginidad, religión
y toda manera de perfección evangélica; también, en los tales ejercicios espirituales,
más conveniente y mucho mejor es, buscando la divina voluntad, que el mismo Criador
y Señor se comunique a la su ánima devota, abrazándola en su amor y alabanza y
disponiéndola por la vía que mejor podrá servirle adelante. De manera que el que los da no se decante
ni se incline a la una parte ni a la otra; mas estando en medio, como un
peso, deje inmediatamente obrar al Criador con la criatura, y a la criatura con
su Criador y Señor”.
Lo marcado con negrita en el texto es mío. Dada esta
primera aclaración, debo decir que cuando mis superiores me enviaron a predicar
mi primer Ejercicio como sacerdote novelo uno de ellos me dijo: “X… tiene mucho dinero y es preciso que se
cure y se desapegue así que insistí mucho en que deje sus bienes y siga a
Cristo”. Yo, en mi entusiasmo por predicar mi primer ejercicio (que hice
muy bien por cierto a pesar de mis nervios) no le di mucha más importancia de
la que debía ya que había otra gente que también había que atender.
Como dije antes los Ejercicios tuvieron muchos
frutos por gracia de Dios. En cuanto llegué al seminario el susodicho superior
me pregunto cómo me fue en la predicación de los EE y yo con una sonrisa de
oreja a oreja le dije que muy bien. A renglón seguido el padre me pregunto por “X”,
¿qué decidió? ¿Cómo le fue en los EE? Yo le respondí que muy bien, que tuvimos
muchos coloquios personales con “X” pero que no vio con claridad la posibilidad
de ser religioso. Acto seguido recibí toda clase de improperios por el hecho
que no moví a “X” a más pobreza que riqueza…
En fin, me parece oportuno recordar lo que dice San Ignacio
literalmente en la anotación nº15 para que no surjan estos errores y no se promuevan
más a cometerlos a sacerdotes jóvenes llenos de celo ya que si así sucediere
estaríamos haciendo un daño tremendo a una persona y a la misma Iglesia de
Cristo.
Pbro. Walter J. Bejarano
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ResponderEliminarMuy cierto!!!!! Solo que tardamos años en darnos cuenta!
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