Buenos días hermanos, en primer lugar diré que la
palabra “Parusía” significa “llegada” en sentido escatológico, pues, se tratará
de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo en cuerpo y alma a este mundo
para juzgar a vivos y a muertos como repetimos cada domingo en la oración del
“credo”. Por eso el profeta Daniel dice: “Muchos
se despertaran…unos para la vida eterna, otros para ignominia perpetua” (Dn
12, 2).
Pero, atención no todo es caótico. El Señor nos abre
una ventanita de luz en su revelación y nos dice: “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder
y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro
vientos, de horizonte a horizonte” (Mc 13, 26-27).
Esto es nada más y nada menos qua la esperanza cristiana ante la
parusía y la muerte personal, pues, “donde
hay perdón, no hay ofrenda por los pecados” dice la carta a los hebreos.
¿Entienden?
Como ya les expliqué alguna vez, la muerte personal
es el fin de esta vida terrena, pero, no es el fin de nuestra existencia. Y
además, existen otras realidades que nos esperan después de la muerte, de
acuerdo a lo revelado: juicio, cielo o infierno. Así podemos decir sin
equivocarnos que nuestra parusía personal es nuestra propia muerte después de
la cual deberemos comparecer ante el juez justo y fiel. De allí que el salmo
quince nos dice: “Mi suerte está en tu
mano” y también: “Protégeme Dios mío
que me refugio en ti”…
Yo no sé si alguna vez se sintieron refugiados, ¿con
la experiencia de estar en un refugio? Es doloroso pero es alentador. Doloroso
por la situación existencial que se vive en el “aquí y ahora”, pero, alentador
por sentirse protegido y acompañado por alguien y con esperanza de que todo en el futuro va a
ser mejor. Es una muy buena experiencia, se los puedo asegurar.
El Señor es nuestro auxilio y nuestro refugio
siempre, lo sintamos así o no porque “eterna
es su misericordia” (Sal 136, 1) debido a que su sacrificio es uno, único y
perpetuo. Él ya nos perdonó y por tanto
nos perdona siempre. Sólo quiere nuestra aceptación, nuestra fe.
Que se nos conceda a todos la gracia de estar
preparados a la espera de la venida gloriosa de Nuestro Salvador y Señor en el
final de la vida y en el final de la historia.
¡Ave María purísima!
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