«Para el hombre es imposible»



Buenos días amigos, hoy les voy a contar una historia que me sucedió a mi cuando era todavía un niño; tenía aun doce años e íbamos los domingos por la tarde-noche a un pequeño curso de biblia que dictaba mi párroco: Ángel Mancuso, que en paz descanse, en el salón parroquial. El curso era muy interesante ya que nos dio los primeros instrumentos para defendernos en la materia. El entusiasmo era tal que las discusiones de los temas tratados en la clase se prolongaban entre los amigos durante la semana.

Y justamente, este texto me lo recuerdo muy bien ya que fue discutido también con mis amigos de la familia Bertinez. Don Bertinez, que también en paz descanse,  era un hombre muy alto y un gran erudito en lo religioso y yo aprendí mucho con sus conversaciones en mi niñez y adolescencia. Un día de tantos, yo le decía –haciendo mis primeros pasos en la exégesis y solo con el sentido común – que el texto de los ricos del que habla Jesús había que interpretarlo literalmente, es decir, que realmente hay que entender la exageración como fue dicha: “más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios” (Mc 10, 25). El Señor Bertinez sostenía que ese texto no era sino una metáfora y que había escuchado a un profesor Jesuita que les había enseñado que el pasaje se refería a las agujas de las puertas de Jerusalén de aquella época en forma de agujas. Yo me encerraba en mi idea y le decía que lo que les enseñaron está mal.
Sea como fuera, realmente, es un pasaje digno de reflexionar. Quien esté apegado a las riquezas y al dinero más que a Dios casi que no puede salvarse.

Ahora bien, estamos a inicios del curso 2018-2019 y pasa como cada año al iniciar de nuevo algo: volvemos a empezar y da la sensación de que la vida es un eterno retorno.
Me hace acordar al antiguo mito del eterno retorno; que también fue repetido por la filosofía idealista y hasta en nuestros días, en la era contemporánea, las ideas gnósticas de la new Age que dicen que siempre volvemos al mundo transformados. Es decir, hablan de la reencarnación cosa que los cristianos no aceptamos, pues, creemos en la Resurrección de la carne al final de los tiempos, como nuestro Señor Jesucristo. La vida humana tiene un principio y un final. La historia de la humanidad también.


Fíjense las primeras páginas de la Biblia. ¿Cuál es el primer libro de la biblia? El libro del génesis. Y, ¿allí que se cuenta? La creación, es decir, los inicios del hombre y de la historia. Y ahora, otra pregunta más: ¿cuáles son las últimas páginas de la Sagrada escritura? El libro del Apocalipsis. En donde se nos cuenta en forma de visión profética las cosas del final de la historia. Y justamente, en el capítulo 21 del último libro se nos relata todo sobre “La Nueva Jerusalén”. ¿Qué quiere decir esto? El cielo, la eternidad, el fin último de nuestra existencia: La nueva Jerusalén. Entonces, al inicio encontramos el libro del Génesis, es decir, los inicios de la historia; al final, encontramos el libro del Apocalipsis, es decir, el final. El término ideal o fin de nuestra de nuestra existencia que es eterna: hacia dónde vamos.

Nuestra historia humana es lineal, pero, nuestros deseos de eternidad son eternos, es decir, infinitos. Por lo que los antiguos o los idealistas algo intuían.
Pero, “¿Quién puede Salvarse?” (Mc 10, 26). La respuesta es muy gratificante: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo” (Mc10, 27).

Por eso, queridos amigos, pidamos a Dios y a su hijo Jesucristo nos siga enviando su Espíritu de amor para que nos colme de gracia y bendiciones, junto con sus sagrados dones a fin de que podamos ser capaces con su ayuda de cumplir los mandamientos, santificarnos y alcanzar la meta: La Nueva Jerusalén, La Jerusalén celestial.



¡Ave María Purísima!

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