«Los Novísimos»


Queridos hermanos, el evangelio de hoy nos atestigua la existencia de los llamados “novísimos” en la tradición católica: “muerte, juicio, infierno y gloria”.

Dios quiere que todos se salven (Cfr. Ez 33, 11), pero, también advierte a los malos que existe el infierno para que cambien de conducta y se salven.

Como os dije la semana pasada: nuestra cruz es muy grande y Cristo quiere que la llevemos juntos con fortaleza y con alegría. Sabemos que pensar que un día nos vamos a morir ya es nuestra cruz  diaria…a las que se suman tantas otras cosas. A algunos más a otros menos, pero, cruces al fin. De hecho, todos morimos.


Y después de la muerte deberemos comparecer ante el justo Juez que como os dije arriba, el Juez, Dios: “no quiere la muerte del pecador (entiéndase condenación eterna) sino que se arrepienta y viva”. Pero sabemos que la balanza se moverá para un lado o para el otro según nuestras acciones en esta vida antes de morir. Si queremos que la balanza se incline hacia el bien debemos ser buenos.
Y, ¿qué es necesario para ser buenos en esta vida?

San Juan Bosco, gran educador de adolescentes y jóvenes decía a los chicos y chicas que para ser bueno se requieren tres cosas, a saber: alegría, estudio y piedad. Un santo triste es un triste santo. La alegría brota de un espíritu en oración unido a Dios. Estudiar las escrituras Sagradas que tanto nos enseña. A veces preferimos ver novelas o películas en nexflix o en otra plataforma antes que leer un buen libro sobre la vida de los santos que tanto bien hacen al alma. Y por último, ser piadosos buscando imitar a los santos en lo que es imitable para nuestras vidas… por supuesto, todo eso nos hará buenos.


Y como dice Jesús, la balanza puede ser inclinada después del juicio al fuego eterno, el infierno, si es que no nos arrepentimos de nuestros pecados.

Pero puede inclinase hacia el cielo, la gloria eterna, si hacemos lo que Dios quiere: amarlo con toda el alma y amar al prójimo como a nosotros mismos. Es decir, ser buenos.

Hermanos, por tanto, la existencia de los novísimos fueron hechos para que el hombre y la mujer de todos los tiempos puedan vivir alertas, pues, como dice la escritura: “recuerda tus postrimerías (novísimos) y nunca pecaras” (Eclo. 7, 36).



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