La semana pasada decíamos que Jesucristo es nuestro
Sumo Sacerdote y lo es. No un Sumo Sacerdote temporal sino Eterno e infinito
por lo tanto.
1. El sumo sacerdote “está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios”,
dice la carta a los hebreos…pues él es “Sacerdote
Eterno, según el rito de Melquisedec”, que no tiene ni principio ni fin
según las Escrituras Sagradas.
Por eso mismo, la celebración de la Santa Misa es
Eterna e infinita en virtud del Sumo y Eterno Sacerdote. De allí, la necesidad
que tenemos de asistir a la misa dominical, pues, nos hace partícipes del único
y eterno sacrificio y banquete, anticipo de nuestra pascua eterna.
2. Bartimeo, somos todos y cada uno en la humanidad…Los
cuales decimos o deberíamos decir: “Hijo
de David, Jesús, ten compasión de mí”.
Lo único que puede salvarnos es ¡la fe en Cristo!
(Cfr. 10, 52).
La primera reacción lógica del beneficiario del
Señor es: “…y al momento recobró la vista
y lo seguía por el camino” (Mc 10, 52b).
Pero, ¿hasta cuándo? En calvario ya no estaba…se le
pasó el primer fervor. ¿Y por qué se pudo haber pasado ese primer fervor?
Por tibieza, Por desánimos, Por debilidad, Por
incomprensiones… Todo pudo haber sucedido. Lo importante es reaccionar a tiempo
y reconocer humildemente: “Padre he
pecado contra el cielo y contra ti…” (Lc 15, 18).
3. Para seguir con todas sus consecuencias a Cristo
necesitamos un plus sobrenatural. De los contrario nos pasará como a Bartimeo,
como al resto de los beneficiados por el Señor, como a los apóstoles. En el
momento más importante de la vida de Jesús y el más necesario no estaban allí.
Hay que pedir siempre ese plus sobrenatural y
conservarlo. Ese plus es el Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima
Trinidad, que obra todo en todos y en toda la Iglesia. Sin él no podemos
avanzar en el seguimiento del Señor (Cfr. Rm 8, 14-16). Como decía el
Metropolita ortodoxo Mons. Ignacio Hazim: “Sin
el Espíritu Santo Dios está lejos”.
Queridos amigos: “el Señor ha salvado a su pueblo” (Jr 31, 7), como lo ha hecho
puntualmente con Bartimeo a las puertas de Jericó. No desperdiciemos esta
oportunidad. Como dice el Salmo: “Busca
la paz y corre tras ella…” (Sal 34, 15). Que el Señor nos conceda siempre
su Espíritu.
Comentarios
Publicar un comentario