Hoy voy a hacer un recorrido completo hermanos por
cada uno de los conceptos que leemos en las lecturas de la liturgia dominical.
En primer lugar: la ley deuteronómica; luego, la carta de Santiago y por último
me referiré a lo que dice Nuestro Señor Jesucristo durante un encuentro con
fariseos y después de él.
I- La ley deuteronómica
Nos enseña que hay que cumplir lo que Dios quiere,
su ley, sus mandatos. Dos preguntas son las que surgen inmediatamente a nuestro
espíritu libre y democrático: ¿por qué cumplir esa ley?; Y, ¿para qué cumplir
la ley? ¿Qué dice el texto al respecto?
Comencemos respondiendo la segunda pregunta:
1. ¿Para qué cumplir la ley? -Para vivir (Dt 4,1),
pues, el pecado mata. Y nuestra vida está en manos del que llamamos Dios que
casualmente es también el autor de ley (esto sí que es ser sabio).
-Para poseer la tierra (también Dt 4, 1), es decir,
acreditarme la promesa (¿inteligente verdad?).
2. ¿Y por qué? Porque es sabio e inteligente dice el
autor sagrado (Dt 4, 6). Vivir antes que morir es de sabios. Y recibir el
premio prometido observando los deseos del donante que quiere regalarnos la
tierra es muy inteligente. Encima los demás lo ven y quedan admirados.
II- Ahora
bien, dando vuelta la página, ¿Qué nos dice el Apóstol Santiago en su carta?
Se hace reiterativo, en el antiguo y en el nuevo
testamento (libro del Deuteronomio y carta de Santiago) la exhortación a
“escuchar” y por supuesto, no quedarse sólo allí, por el contrario, poner la palabra en
práctica: palabra transformadora de vida (Cfr. Sant 1,16b. 18.21b-22.27). Ponerla
en práctica significa practicar la paciencia, la justicia y las obras de
caridad las cuales son frutos del corazón humano virtuoso que busca agradar a
Dios.
Por eso, Santiago nos dice que el primer vicio
espontaneo que surge en el alma por no saber escuchar al otro es la “Ira”. Lógico,
preferimos mandar a ser mandados y cuando nos mandan nos enojamos o ponemos
nuestros peros u objeciones que es una forma muy sutil de la Ira unida a cierto
orgullo mundano.
Cuántas veces somos impertinentes y metidos hasta en
los más mínimos detalles con el prójimo (en el fondo para mostrarse superior al
otro/a y querer mandar) y hasta nos enojamos si el otro no hace o piensa lo que
yo digo…recuerdo aquella anécdota que me contaron la cual decía más o menos
así:
« En un
cementerio un hombre estaba poniendo flores en la tumba de un pariente, cuando
ve a un japonés poniendo un plato de arroz en la tumba vecina. El hombre se
dirige al japonés, y le pregunta:
-
“Disculpe señor, pero ¿cree usted que de verdad el difunto comerá el arroz?”
- “Si”, respondió el japonés… “Cuando el suyo venga a oler sus flores”».
- “Si”, respondió el japonés… “Cuando el suyo venga a oler sus flores”».
Jesús dijo: “mira
primero la viga que tienes en tu ojo…” (Mt 7, 5) Cuánta gente busca meterse
con la vida de los otros y querer marcarles lo que tiene que hacer.
III- Lo más importante
Por último, en el Evangelio proclamado hoy, la
discusión comenzó a raíz de las normas de los fariseos y escribas judíos
referentes a la pureza externa (Cfr. Mc 7, 1-8), en concreto, lavarse las manos
antes de comer.
Y la conclusión de la respuesta de Jesús es categórica:
“Dejáis a un lado el mandamiento de Dios
para aferraros a la tradición de los hombres” (Mc 7, 8).
Así, el Señor manifestó que lo más importante es lo
que sale del corazón, lo cual, puede ser bueno o malo. Dependerá de mi voluntad
y lo dócil que sea mi alma a la voluntad de Dios (sus mandamientos): “Porque de dentro, del corazón del hombre,
salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios,…
envidia, orgullo, frivolidad”. (Mc 7, 22-23). La lista es más larga de la
que yo señalo.
Por eso, es muy importante procurar siempre en mi
vida personal la pureza interior, la que sale de mis pensamientos, de mi
corazón. Y preguntarme habitualmente: ¿Comenzaré a vivir de acuerdo a lo que es
más importante? O por el contrario, ¿me dejare llevar por las
superficialidades? ¿Prefiriendo vivir falsamente de acuerdo a las apariencias y
al qué dirán? y ¿seré siempre un mal pensado y retorcido?
La ley de Dios fue hecha para ser cumplida, pero
recuerda siempre, si la ley se contrapone al bien y al amor de una persona es
mejor optar siempre por la persona. ¿De que me sirve cumplir bien todos los
preceptos si pierdo a mi hermano o lo abandono en sus problemas? “Caritas Christi urget nos” (2 Cor 5, 14)
decía el apóstol.
¡Ave María purísima!
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