«La Virgen de los dolores, según el anciano»

Queridos hermanos, en este día recordamos a la Virgen de los dolores junto a su hijo crucificado.

Estaba la Madre dolorosa,
llorando junto a la Cruz,
de la que pendía su Hijo.

Su alma quejumbrosa,
apésadumbrada y gimiente,
atravesada por una espalda
”. Canta el poema…

En efecto, nos dice el Evangelio de Lucas que cuando la Virgen María entraba al templo de Jerusalén junto con San José su esposo y su hijo Jesús para ser presentado al Señor (Cfr. Lc 1, 22) un anciano llamado Simeón los interceptó allí y entre otras cosas dijo a María: “una espada te traspasará el alma” (Lc 2, 35).

1. En cuanto a la purificación podemos afirmar con toda verdad que ni Jesús ni María necesitaban esa purificación, pero quisieron someterse humildemente a ella como una señal de fidelidad a la ley del Señor. Lo mismo pasaría tiempo después cuando el Señor se sometió al bautismo de Juan el bautista en el Jordán a pesar de la resistencia que éste había manifestado.


2. Ahora bien, el cántico de Simeón se divide en dos estrofas: una dirigida a Dios (el famoso “Nunc dimittis”, es decir, el himno de Completas que rezamos cada día antes de acostarnos) agradeciéndole y pidiéndole que terminen sus días y la segunda estrofa se dirige al futuro de ese niño que será presentado por sus padres en el templo, pero, también se dirige a María quien es asociada al destino de su hijo. Sufrirá con su hijo los tormentos de la muerte en la cruz sin ser crucificada materialmente hablando, pero, los dolores de su hijo los asumirá como propios en su alma y de allí esa profecía cumplida años mas tarde en el monte calvario.


3. Los dolores de María que hoy recordamos no son otra cosa que la participación de la Virgen Madre como “Corredentora” del género humano. Al inicio de la creación se anunció proféticamente sobre la mujer algo enigmático cuando Dios maldijo a la serpiente del siguiente modo: “pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón” (Gn 3, 15) por eso se asocia directamente a la Virgen a la obra salvadora del hijo quien la eligió para que juntos hagan nuevas todas las cosas. Por tanto, María no es sólo la Madre de Jesús, sino la Madre dolorosa que acompaña a su Hijo participando de sus sufrimientos, de pie junto a la cruz (Cfr. Jn 19, 25). 


"Ve, de la cruz pendiente,
la Madre dolorida
al Rey de eterna vida
que muere por mi amor;
y el vaticinio triste
de Simón, cumplido,
deja en su pecho herido
la espada del dolor".

Nuestra alma se asocia hoy a los dolores de la madre que junto a su hijo nos enseña que cuando más cerca estemos de ellos más nos llegarán los dolores y la cruz que es causa de salvación para la pobre humanidad. Dios nos conceda a todos, por el bien de nuestras almas, ser partícipes de sufrimientos de Cristo.


¡Ave María purísima!

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