«Los abuelos»


Los abuelos, ¿quién no recuerda a sus propios abuelos?

Con este pensamiento quiero detenerme hoy un momento a meditar lo que significa una ancianidad sana, santa y consagrada a Dios.

Intentemos considerar juntos tres cualidades de cualquier hombre o mujer que llega a la ancianidad: la tercera edad, la edad adulta, la edad de oro, la edad de la sabiduría…

1. En primer lugar es muy importante que el abuelo sea un hombre que ame a la familia y que lo amen también (en su defecto, de no tener familia, que ame a sus vecinos y parroquianos), una persona amigable que procure ser amigo de los demás. No una persona ogra ni aislada del resto de las personas y menos de la familia.



2. En segundo lugar creo que es muy importante que los abuelos y las abuelas sean maestros de oración cristiana, pues, tienen toda la experiencia de vida rezando, intentando, buscando a Dios con sus plegarias. La oración cristiana, como sabemos, es un dialogo amoroso con nuestro Señor, quien nos habla y escucha en la oración que hacemos cada día. Santa Teresita de Lisieux con su oración por todos los misioneros del mundo, en su sencillez y sin salir de su convento de Carmelita, se convirtió en la patrona universal de las misiones. Imagínense, lo que pueden lograr nuestros abuelos con su oración perseverante desde su casa e incluso desde su cama.  La recomendación de Jesús fue reiterada en varias ocasiones: “es necesario orar siempre y sin desfallecer” (Lc 18, 1) y también decía a sus apóstoles en el monte de los olivos: “Orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41). Es importante rezar. ¡Vaya si lo es! Y es importante tener en la persona de nuestros abuelos monasterios vivientes, abuelos orantes como pararrayos de la ira de Dios.

3. Por último, consideremos la paciencia que deben tener nuestros abuelos en sus achaques y enfermedades buscando imitar a Cristo, y éste crucificado en sus propios dolores y dificultades.


El papa San Juan Pablo II  ya al final de sus vida decía: «Es hermoso poderse gastar hasta el final por la causa del reino de Dios». Que este deseo nos anime a todos y especialmente a nuestros abuelos para que se esfuercen en amar, en rezar y en soportar pacientemente sus limitaciones por el bien de su alma y la de todos nosotros.


P.d.: a mi abuelo Don Justo Riquelme que hace poquito partió al cielo.


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