Queridos Hermanos, hoy quisiera remarcar la dureza
de entendimiento –de corazón – de los
paisanos coetáneos del Señor. No sorprende en absoluto, ya que la historia
muestra repetidas veces que desde tiempos inmemoriales los judíos eran duros de
corazón. Y hoy, en la iglesia católica seguimos teniendo el mismísimo problema:
un grave y viejo problema de fe.
En la antigüedad, el patriarca Josue preguntó a todos
los jefes de Israel: “Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quien
queréis servir” (Josue 24, 15).
Y algo similar pasó con los discípulos de Jesús al
terminar de predicar el sermón del “pan de vida” los cuales también dijeron
murmurando:
“Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle
caso?” (Jn 6, 60).
En efecto, Jesús sabiendo esto les dijo en su propia
cara: “…Hay algunos entre vosotros que no creen” (Jn 6, 64).
Y el desenlace no se hizo esperar: “Desde entonces,
muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él” (Jn 6,
66).
No se trata únicamente de un problema de lenguaje,
pues, en el extenso discurso ellos entendieron bien lo que les estaba diciendo
sino de un dilema existencial: el requisito es creer en Jesús y comerlo para
lograr la eternidad. Él es radical: “El que no está conmigo, está contra mí” (Mt
12, 30). Pues, la crisis de fe de los que rechazan la Encarnación del hijo de
Dios conduce necesariamente a la crisis de fe en el misterio de la Eucaristía
que se dona en cada Santa Misa.
Todo comenzó con la euforia de la multiplicación de
los panes ¿recuerdan? Todos contentos y llenas sus panzas…
Pero, al pedirles a ellos mismo fe en su persona,
Jesús de Nazaret volvió a ser visto por aquella multitud con ojos meramente
humanos. Y al Señor lo dejan nuevamente solo.
¡Cuántos sagrarios están solos por la incredulidad
del pueblo de Dios!
Las iglesias vacías después de las primeras
comuniones. Yo me pregunto y os interpelo también a vosotros: ¿Nuestra
catequesis Eucarística es efectiva o es mero montaje?
Nos ponemos en las manos del Espíritu Santo y le
pedimos a él nos guie hacia la verdad plena (Jn 16,13).
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