«This is my Blood»


¿Cuál es el significado preciso del derramamiento de la Sangre de Jesús? ¿su significado originario? ¿Por qué Jesucristo debió derramar su Sangre preciosa? y ¿a qué respondía tal acción?

En el antiguo Israel era sabido que los “Pactos de alianza” se sellaban con sangre (cfr. Gn 15, 10; Ex 20, 24):

Y efectivamente, nuestro Señor Jesucristo, antes de subir al calvario en la última cena, tomo pan y dijo: “esto es mi cuerpo” (Mc 4, 22), luego tomó la copa de vino y dijo algo muy singular: «Ésta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios» (Mc 14, 24-25).

Trataré de explicarlo brevemente. En el AT en los textos de alianza encontramos los términos hebreos: “Berit” y “carat” = que significan “cortar alianza”… ¿por qué? Porqué para sellar o cerrar este pacto tan especial cortaban el animal en dos mitades: una para Dios (que se consumía en holocausto) y otra para el hombre. Y la sangre del animal era extraída por completo para ser derramada la mitad en el altar y la otra parte asperjada sobre los presentes.

¿Cuál es la razón de ser de este procedimiento con la sangre de los sacrificios?

En primer lugar, porque la sangre era lo más sagrado en un individuo pues se creía que residía allí la vida del hombre (cfr. Lv 17, 11), y no estaban tan equivocados.

Y además, derramar sangre equivalía a pagar un crimen.

Por lo tanto, Jesucristo al derramar la Sangre en su pasión y su muerte en la cruz estaba llevando adelante un sacrificio de expiación perfecta por el crimen de todos, entregando su propia sangre, es decir, su propia vida.

En efecto, San Pedro en su primera carta saludando a los creyentes de las Iglesias destinatarios de ésta les dice: «por la obediencia y la aspersión de la Sangre de Jesucristo» (1Pe 1,2). Y el autor de la carta a los hebreos es bien explicito al respecto: «Si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de una becerra, santifican con su aspersión a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, para que demos culto al Dios vivo!» (Hb 9, 13-14).

Por eso amigos, ruego a Dios qué la Sangre bendita y purificadora del Señor siga derramándose sobre nosotros y nos bendiga. Amén.

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