«La ley de los Incas»

Hace unos años atrás, cuando estaba trabajando en el seminario de Arequipa en la república hermana del Perú, tuve la oportunidad de predicar muchas misiones populares y novenas en algunos pueblecitos lejanos de los Andes del sur peruano. Llegar hasta esos lugares era bastante dificultoso, pero, las ganas de conocer esos territorios y a su gente, y de poder compartir  y aprender de ellos hacía que aquellos senderos rocosos y empinados no fueran un obstáculo.  

Una vez, en un pueblo de la provincia de Condesuyos me contaron que un sacerdote se había portado mal; y en consecuencia, el consejo del pueblo dictaminó que el sacerdote debía ser expulsado de allí como castigo ejemplar: lo maniataron a un burro, lo montaron al revés, es decir, mirando hacia el camino que dejaba y lo despidieron por la carretera en señal de repudio. La ley por esos lugares era ¡muy dura!

De todos modos, yo me pregunté por aquel entonces en dónde tendría sus raíces esta ley tan intransigente. La respuesta no tardó en llegar. Un paisano del lugar entrado en años me dijo: “mire padrecito, desde muy antiguamente, antes de que llegasen los españoles, nuestro pueblo tiene una triple ley que debe cumplir cada hombre y mujer que vive por aquí. Esta ley la aprendimos de generación en generación. Y dicen que viene de los Incas. Son tres mandamientos: primero Ama Llulla, segundo Ama Súa y tercero Ama Quella


Y ¿qué significa eso? –le pregunté.

-Traducido del quechua en lengua castellana significa: “no seas mentiroso, no seas ladrón, no seas haragán”.

Luego, ya estando en la ciudad, me zambullí en la biblioteca del seminario y encontré el libro “Historia del Perú” Vol. 1 del escritor peruano Antonio Guevara que decía: “Pocos pueblos de la tierra han logrado el considerable adelanto moral que alcanzaron los hombres del Antiguo Perú. En su sociedad estaban ausentes: el robo, los crímenes, la mentira, la ociosidad, la pobreza y la mendicidad; se distinguió por el espíritu laborioso de sus componentes, el respeto mutuo y el bienestar común. (…) El Código Moral de los Incas estuvo formado por dichas normas, especie de preceptos o mandatos divinos, cuyo cumplimiento era obligatorio para todos los habitantes del Imperio. Entre tales preceptos morales, figuran como principales los siguientes: 1.- Ama Llulla (No seas mentiroso) 2.- Ama Súa (No seas ladrón) y 3.- Ama Quella (No seas haragán) (Págs. 172-173).

Recuerdo que al leer este libro me quedé sumamente sorprendido razonando y evocando una y otra vez con que naturalidad me había enseñado aquel buen paisano de la sierra el triple mandamiento Inca que estaba grabado a fuego en su vida y en su corazón. Y me volví a preguntar: ¿Este hecho no será una razón más para afirmar con fuerza la existencia de “la ley natural” inscrita en nuestros corazones desde el principio de la creación? Los griegos, Platón y Aristóteles, y el romanísimo Cicerón aplaudían desde el más allá este descubrimiento personal y pragmático, un poco tardío en mí, pero, descubrimiento al fin. ¡Eureka!

¡Qué enseñanza tan hermosa! ¡Cuánto por aprender y por hacer en nuestra patria! No en abstracto, sino en concreto. Nosotros –yo primero – debemos aprender mirando con atención a nuestros hermanos mayores de los pueblos originarios que desde su cultura milenaria nos enseñan aun hoy esta “ley natural” que ellos no dudaron en seguir porque la habían descubierto en lo más profundo de su propio corazón. Semilla sembrada por “el que hizo todas las cosas”; semilla que les hizo trazar su propio destino y trasmitirse uno a uno y de tiempo en tiempo: “no seas mentiroso”, “no seas ladrón”, “no seas haragán”.

Por supuesto que ni a los llamados indigenistas, ni a los legisladores con prensa diaria de nuestro tiempo les escuchamos hablar de “ley natural” en la República Argentina. La ley natural está tan olvidada y pareciera que es tan obsoleto hablar de ella que nadie se atreve a invocarla. Nadie, ni siquiera los grandes maestros de la ley. Pero, yo pienso que deberíamos prestarle un poquito más de atención para intentar arreglar con ella tantas cosas que hoy están tan mal en nuestra pobre patria llamada argentina; y que pueden llegar a estar peor si no buscamos ser realmente sinceros con la semillita que Dios nos puso allí, en lo más íntimo de nuestras emociones.



Saludos y buena semana a todos los hombres y mujeres: veraces, honestos y laboriosos de nuestro suelo.

Walter J. Bejarano

23-julio-2017 

Comentarios