Si hay algo que históricamente, la mayoría de los
argentinos, no tenemos casi ningún reparo en decir es esta tremenda frase que
he elegido para titular la entrada de hoy: “Negro de mierda”. Por lo general,
en la mayoría de las ocasiones lo he escuchado cuando “uno” o “una” se enoja
mucho con “otro” u “otra”. Es uno de los
insultos más placenteros que emerge del corazón herido de un argentino. Mucho
desprecio y mucho racismo encubierto bajo la capa de la pasión de la ira.
-¿Racismo?
-Sí, racismo.
-¿Vos decís que los argentinos somos racista?
-Sí.
-¿Vos estas empedo?
-Te digo que sí. No seas cabezón.
Aunque nos hagamos los locos y tratemos de
justificarnos una y otra vez diciéndonos a nosotros mismo que no es así, como
este amigo cabeza dura que tengo. Más hipocresía.
Señoras y señores: un gran sector de argentinos es escandalosamente
racista. No justifiquemos lo
injustificable como si nuestro racismo fuera distinto a otros racismos étnicos alrededor
del mundo. Es un lamentable hecho cultural, hay que decirlo, que viene de la
época de nuestros próceres, esos con cara de indios que están en los primeros billetes
de cincuenta y cien mangos.
Hay racismo en la Argentina. Aunque los sábados y
domingos –según la creencia de cada quien– muchos vayamos al culto, a la Misa o
la sinagoga.
Es evidente que “no” todos los hombres son iguales.
No son iguales en el aspecto físico: negros,
blancos, trigueños, asiáticos, caucásicos, semitas, mestizo, etc.
No son iguales tampoco en sus capacidades físicas y
motrices: hay personas que gozan de salud física en todos sus miembros corpóreos
y otras que lamentablemente no. Vemos hermanos de la raza humana envidiablemente ágiles y otros
que somos unos quesos o no muy dotados para tal o cual actividad física.
No son iguales en su coeficiente intelectual: hay hombres
y mujeres tremendamente inteligentes, como también otra enorme franja de mortales
que podemos catalogarnos como inteligencias comunes o normales y existen algunos
con muy poco coeficiente intelectual que tienen, por supuesto, diferentes
causas que no podemos explicar aquí por razones obvias.
Y también, hay que decirlo, no son iguales en
su formación ética y moral, y, por lo tanto, no son todos iguales en sus gustos
y tendencias.
Pero, yo me pregunto: toda esta desigualdad junta ¿justifica
decirle al otro o a la otra que es un “negro de mierda” o una “negra de mierda”?
Por supuesto que “No”.
Y sin embargo, la triste realidad fáctica entre
nosotros, los argentinos, dice lo contrario: periodistas, políticos, profesores, estudiantes
universitarios y hasta curas yo los he escuchado.
Por eso, el día que los negros dejen de odiar a los
negros, es decir, que un argentino deje de odiar a otro argentino: “agarrate Catalina”
o la versión libre que alguna vez se escuchó:
“amacate Filomena”. ¡Qué hermoso país vamos a tener!
Walter J. Bejarano
04-junio-2017
Buenísimoooo
ResponderEliminar"esos con cara de indios"
ResponderEliminar"Negros de mierda" a los que no quieren progresar, a los carroñeros, a los que quieren vivir de arriba sin ningun esfuerzo, mas bien jodiendo la vida del prójimo, a los mediocres...( te saco el pulgar)
ResponderEliminarTodos esos que describis, comentarista anónimo, se llaman: "Vagos de mierda", ojo, no se confunda.
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