Sin duda, la novela más acompasada que leí, hasta
ahora, del tan bueno Fiodor Dostoievski. Históricamente hablando fue una novela
folletinesca, es decir, de tirada mensual en una revista literaria (“Vremia” / “Tiempo”), como casi todas las
obras del ruso; y como se estilaba en la época. Sumamente larga para una trama
relativamente sencilla, con diálogos interminables, lo que hace que la
secuencia narrativa de los acontecimientos sea muy lenta. Es entendible
–pónganse en los zapatos de los lectores de aquel entonces–, las entregas
llegaban una vez al mes. Imagínense, si hoy, a nosotros nos carcome la ansiedad
de saber que va a pasar la semana próxima con nuestra serie de televisión
favorita –menos mal que ahora existe Netflix y nos podemos dar el lujo de ver
las temporadas completas de un tirón–. De todas formas, cuando las series son muy nuevas, a pesar de que nos damos el lujo
de mirar dos o tres temporadas de corrido cargadas al sistema de cable, la espera
de la próxima temporada se hace interminable. Pienso que por allí está la clave
del ralentizar narrativo.
En cuanto a los personajes principales de la obra,
hay que reconocerlo, fueron tallados por un ebanista de gran calidad y
sutileza; al autor no se le escapa ningún detalle. En este punto, como siempre,
Dostoievski un genio. Se nota en cada uno de ellos la suspicacia del autor y su
profundo conocimiento del ser humano. Tiene el talento muy diáfano de producir
y reflejar con tanta soltura la vileza de unos y la bondad de otros. Son los
dos elementos opuestos que generan el contrapunto continuo que transita toda la
narración a lo largo de la historia. Y, en el medio están una serie de
personajes secundarios que sufren esta tensión, que no la entienden de a rato;
que la sufren en carne propia, y que, finalmente, tratarán de comprenderla con
el correr del tiempo buscando posicionarse en alguno de estos polos opuestos:
“vileza” y “bondad”.
El triunfo del amor en el desenlace de la obra es sublime,
dramático y marcadamente virtuoso; repleto de una bondad angelical y del perdón
a quien se ama. Es una novela apasionada, llena de amor, aunque algunos
críticos en distintas épocas de la historia la hayan catalogado únicamente como
una novela de un profundo carácter social, que no niego que existe, pero que no
es lo único que quiere resaltar el autor, y ni siquiera, lo principal. En esta
historia, en definitiva, se ve –en
palabras del mismo Dostoievski– “que hasta
el hombre más caído y humilde sigue siendo un hombre y merece el nombre de
hermano nuestro”.
“Humillados y Ofendidos” –dicen los que saben–, marcó
el inicio al género que el autor fue dando forma a lo largo de su vida
literaria a su regreso a la ciudad de Petersburgo con su seres queridos allá
por el año 1861, después de un duro destierro de diez años. Con los hechos de
su historia personal, se entiende también un poco más el carácter autobiográfico
de la obra, al menos, parcialmente descripto en la figura de su protagonista
(narrador) Iván Petróvich: literato, enfermo, pobre y desconocido, en lucha constante
con editores y críticos.
Walter J. Bejarano
18-junio-2017
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