« ¡Atenti nena (y nene también) que el tiempo pasa!»

El próximo miércoles 14 de junio cumpliré una vez más, como cada año para esta misma fecha, el aniversario de mí nacimiento. Sí, sí, sí es mi cumpleaños, el día que me trajeron al mundo.

Y lo primero que se me viene a la mente es que cada cumpleaños pone ante mis ojos un año más de mi vida que pasa y ya no vuelve. Me hace ver lo fugaz que es el tiempo y lo fútil de algunas cosas a las que les presto demasiada atención a veces. La pucha caray: “¡nos vamos poniendo viejos!” Qué triste y hermosa canción ¿no? – y la versión de Luca Prodan es la que más me gustó siempre.

Qué más da, es la ley de la existencia y hay que tomarlo como lo que es simple y sencillamente: el paso del tiempo en la constitución de mí propio ser corpóreo, de mi propia vida que se va apagando día a día. Como decía el gran Roberto Arlt: “¡Atenti nena que el tiempo pasa!”, una sentencia llena de sabiduría popular que no es solo una advertencia para las chicas coquetas que se hacen las lindas y las difíciles cuando las cortejan en la flor de su edad, sino también para nosotros los nenes que somos bastante rebuscados en otros aspectos y nos hacemos los giles con el dios “cronos”.

La Vida pasa, pasa pronto, pero, la que no pasa es la eternidad. Es mí consuelo; y es también el consuelo de algunos más. Ella nos espera…menos mal que Dios inventó la eternidad.
En efecto, el viejo y sabio rey David, un día como hoy en sus momentos de reflexión –siempre me lo imaginé escribiendo este salmo el día de su cumpleaños–, inspirado con su lira, escribió unos versos magníficos a propósito del nacer, crecer y vivir colgados en el tiempo y pensados en la eternidad por el Eterno hacedor.   

Se trata del Salmo 138, un texto hermoso para ser leído los días que cumplimos años. Aquí les dejo una parte del poema para que lo disfruten:

«Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno
.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando, 
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero
».


Walter J. Bejarano

11-junio-2017

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