“Se encuentran medios para sanar la locura,
pero
no se encuentran para enderezar una mente retorcida”
(François de La
Rochefoucauld)
Hoy voy a tratar de compartir con vos, un tema que me parece importante tratar en los tiempos que corren: “la mente retorcida”. Sí, como las brujas, se puede afirmar –como lo hacía mi abuela– “que las hay, las hay”; y en todos los ambientes y clases: mentes retorcidas en el club, en la hinchada, en la oficina, en la escuela, en la familia, en la iglesia, entre los clérigos, los obispos, los políticos, las chicas del gim, los hombres de negocios y cualquier hombre o mujer de a pie que te puedas imaginar.
¿Por qué hablas de esto pibe? ¡Vos sos un retorcido!
¿Eh? Bueno, todos tenemos algo de morbo malicioso en
el alma desde los tiempos de Adán. De todos modos, te cuento que mi planteo
surge a partir de algunas impresiones personales que emergieron durante la
lectura del libro “Memorias del subsuelo”,
una obra tremendamente interesante y actual de Dostoievski, autor ruso del que
te vengo hablando desde hace un par de entradas.
“Las mentes retorcidas” son personas llenas de rencor, llenas de odio, llenas de malicia. Yo las vi y las sufrí más de una vez; te lo puedo asegurar. Repito, por si no te quedó claro antes: “Qué las hay, las hay”. Mentes que buscan cómo golpear al otro, cómo humillarlo, cómo terminar con él. Mentes que razonan noches enteras para encontrar argumentos con los que destruir, literalmente, al otro, al “enemigo”.
¿Por qué existen tales mentes destructoras? Es un misterio: el misterio de la iniquidad. Pero, hay ciertas aproximaciones. En ocasiones ocurre algo parecido a lo que le pasó a Saúl: envidia, miedo, rabia ante la posibilidad de que el joven y apuesto David sea amado por el pueblo (y por las chicas del pueblo), de que se convierta en su rival. Y, en el ambiente del que ustedes saben que vengo es pan de cada día.
En otros casos, se trata de un deseo de venganza: llegamos a pensar que el otro ha hecho algo malo (suposición), e incluso, lo pudo haber hecho realmente, ¿por qué no? y por eso, queremos destruirlo a cualquier precio. Pura pasión, ciega pasión, como la hinchada en la cancha: “esta noche cueste lo que cueste; esta noche tenemos que ganar”. Hemos visto tantos buenos cristianos ciega y vergonzosamente indignados.
Hay situaciones en las que resulta difícil encontrar un motivo razonable: sólo se puede observar un corazón que desprecia a otra persona y desencadena una lucha rabiosa contra ella sin más; sin ton ni son.
Cuando un ser humano sucumbe al dinamismo del odio y del desprecio, puede rebajarse a lo más tenebroso del subsuelo. No se contentará sólo con difamaciones o con un modo sutil e ingenioso de promover sospechas. El hombre del subsuelo, el retorcido, es capaz de levantar mentiras y calumnias para embarrar a quien ve sólo como un enemigo, a quien mira con un desdén profundo y rabioso.
En fin, en cuanto a “Memorias…” puedo agregar que ésta fue la obra bisagra en la producción
de su autor; se nota a las claras, pues, comparando hoy todos sus trabajos,
notoriamente, hay un antes y un después en su estilo partir de este libro
–pequeño en su extensión material pero enorme en su tratamiento intelectual–. Es una obra clave para entender el mundo del nuevo
Dostoievski: al sufrido, al apenado, al compulsivo, al pensador agudo, al
innovador, al contemplativo, al enfermo –la epilepsia que padecía de pequeño se
fue agravando con el tiempo, las penurias pasadas y presentes.
La obra entera está escrita en primera persona. Miren,
el narrador se presenta a sí mismo: «Soy
un hombre enfermo… Un hombre malvado. Un hombre carente de atractivo. Creo que
padezco del hígado. Pero, por lo demás, no entiendo un comino de mi enfermedad
ni se con certeza que me duele». Y termina diciendo: “Ni se con certeza que me duele…”, y tiene razón, porque la enfermedad
de la que hablará el protagonista-narrador es la enfermedad del alma: “la mente
retorcida”; enfermedad que cuando se manifiesta en una persona padece todo el
ser y no hay forma de localizar un punto exacto en el dolor. Enfermedad,
descrita por Dostoievski con gran agudeza y experiencia personal. Enfermedad de
tantos hombres y mujeres de su tiempo con los que ha convivido, y que como él
han debido transitar por los estadios más inesperados y desoladores de la
existencia humana.
“El subsuelo”, la primera parte del libro, se ha
considerado como un estudio netamente psicológico, con apostillas filosóficas
al mejor estilo Soren Kierkegaard y Friedrich Nietzsche; de hecho, es el
preludio y la clave para lograr entender más adelante todos los vericuetos
internos de los famosos personajes, héroes y antihéroes, de sus futuras y más
grandes novelas: “Crimen y castigo”,
“Los demonios”, “El jugador”, “El adolescente”,
“El eterno marido” y “Los hermanos Karamasov”.
Y la segunda parte del libro titulada: “A propósito
de la cellisca”, en mi opinión es la puesta en escena de los pensamientos retorcidos
descritos en la primera parte en el desfile de los distintos personajes.
En conclusión, no se puede conocer la verdad, según
el protagonista-narrador, si no es a través del ejercicio libre de la voluntad
que a veces va por los caminos convencionales; pero, otras tantas veces no. De
hecho, la reflexión sobre los temas del libre albedrío, la ley natural y la
crítica acérrima al racionalismo serán una constante en todo el libro. Y ¿a
partir de quién demuestro todo eso? A partir de “La mente retorcida” de los
caminantes de este lugar llamado tierra.
El libro, como era de esperar, fue bastante mal
interpretado y recibió una crítica más bien pobre. De todas formas, Henri
Troyat nos cuenta algo interesante: «sea
como fuere, ese texto, publicado por primera vez en La Época, no retuvo la
atención de la crítica. Solamente
Apollon Grigoriev dijo a Dostoievski: “En adelante tienes que escribir en este género”. Dostoievski jamás olvidará esas
simples palabras».
Walter J. Bejarano
22-mayo-2017.
Bueniiisimooooo! De que los hay los hay!!! y, en donde menos te los esperás!... Me encanto!!! Saludos....
ResponderEliminarGracias. Un placer saber que te gustó.
EliminarChe, tenes que escribir en La Nación para que lo leean los políticos propagadores del odio y el resentimiento... a muy pocos con poder les interesa propagar la grieta entre las gentes.
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